«Híbrida» es una palabra que rara vez usábamos hasta hace poco. La pandemia nos dejó muchas secuelas, y una de ellas fue esta palabra. En distintos contextos aún persiste un debate entre la presencialidad y la virtualidad. En el ámbito de la formación corporativa, nos seguimos preguntando:
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¿Aprenden mejor los colaboradores cuando están físicamente presentes, o puede la tecnología replicar esa experiencia con igual profundidad?
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¿Vale la pena invertir en presencialidad cuando lo virtual es más económico y escalable?
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¿Puede alcanzarse el mismo nivel de involucramiento emocional y participación activa en un entorno virtual?
Difícilmente llegaremos a un consenso, porque estas preguntas requieren un análisis más amplio: propósitos, contenido, normativas, condiciones geográficas, entre otros factores. No se trata solo de discutir cuál modalidad es «mejor», sino cuándo cada una es adecuada y por qué.
En medio del debate, surge una tercera opción: la formación corporativa en modalidad híbrida.
No la propongo como la solución definitiva, sino como una alternativa que ha dado muy buenos resultados bajo ciertas condiciones. Comparto dos experiencias personales que ilustran su potencial, una como participante y otra como facilitador.
Anoche concluí un proceso de seis sesiones de formación en formato híbrido. Los facilitadores viven en República Dominicana, algunos participantes en México y otros —como yo— en Honduras. Las sesiones fueron virtuales, pero en mayo nos reunimos durante unos días en Colombia. Esa convivencia presencial, las conversaciones informales, el sentarnos a la mesa juntos, hicieron toda la diferencia. Es gratificante poner cuerpo a las caras del computador, estrechar la mano de quienes solo conocías por pantalla. Este encuentro fortaleció los vínculos y le dio mucho más peso emocional al cierre virtual de anoche.
Desde hace varios años he acompañado a distintas organizaciones en Paraguay en sus procesos de planificación estratégica. Por iniciativa de una de ellas, viajé a Asunción para revisar su plan, socializarlo y ofrecer seguimiento. Ese encuentro presencial sentó las bases para un acompañamiento virtual muy efectivo y cercano. Recientemente volví a Asunción y reencontrarme con quienes han participado en los procesos a lo largo de los años fue profundamente gratificante.
Lo virtual ha borrado muchas fronteras y ha permitido a Consultoría Aplicada una expansión poco anticipada. Servimos al mundo desde Honduras, pero cuando se trata de nuestros servicios internacionales, el formato híbrido sigue siendo mi preferido. No hay nada como conocer personalmente a quienes vemos en esas «cajitas» de Zoom, Meets o Teams.
Así que a ustedes, mis lectores: qué gusto llegar por este medio virtual, pero anticipo con alegría el día en que pueda estrechar sus manos.
¿Cuál ha sido tu experiencia con estas nuevas formas de capacitación? ¿Has tenido la oportunidad de participar en una modalidad híbrida?